Nuestra cultura requiere preparación, certificados y títulos para todo tipo de trabajo, pero el matrimonio y el ser madre son trabajos que se nos entregan sin ninguna instrucción. No obstante, Dios no nos ha dejado y nos da la sabiduría y el conocimiento en Su Palabra.
No importa en qué etapa de la vida estés, ya seas abuela, estudiante, madre de hijos mayores, recién casada, el pasaje en Tito 2 nos aplica a todas. Vemos en estas palabras una lista clara para como ser una mujer según Dios quiere.
Pablo encabeza la lista de siete cualidades diciendo que son buenas («del bien»). Debemos amar a nuestros maridos, amar a nuestros hijos, con dominio propio (disciplinadas), puras, trabajando en casa, bondadosas y sujetas a nuestros maridos.
Sé que muchas de estas áreas no son temas populares hoy día incluso entre creyentes. Pero animémonos sabiendo que el Señor tiene un propósito en llamar a esta lista de cualidades: del bien. Pablo introduce esta lista de virtudes femeninas con un llamado muy claro a «las ancianas». Se refiere a mujeres maduras que bien pueden ser mayores, pero no solamente en edad, sino también en la fe. Debemos ser «maestras del bien (que enseñen lo bueno); que enseñen a las mujeres jóvenes». Sé que todas hemos necesitado el consejo de otra mujer con más experiencia en más de una ocasión. Mi madre ha sido una excelente modelo para seguir. Sin que pareciera mucho esfuerzo llevaba nuestro hogar (tareas de la casa), a mi hermano y a mí, hacía comidas muy exquisitas, trabajaba en varios ministerios en la iglesia, y siempre teníamos un huésped u otro para comer o dormir. ¡Cómo me alegro de haber prestado atención cuando aún estaba soltera en casa! Todo el tiempo y energía que ella dedicaba a nuestro hogar me estaban preparando a mí para la profesión tan importante de ser esposa y madre. Es sólo por la misericordia de Dios que yo tuve la oportunidad de crecer en ese hogar.
En Tito 2 se nos exhorta a proveer este tipo de ayuda para otras mujeres más jóvenes tanto en edad como en la fe. Puede que no te veas capacitada para hablar en público o escribir un libro, pero todas podemos ser «maestras del bien».
Animo también a las solteras a cultivar la feminidad bíblica de este pasaje. Comprendo que haya mujeres a las que estas siete virtudes les parezcan anticuadas y restrictivas. Quizá otras estén de acuerdo porque mantienen valores más tradicionales, pero la Biblia nos dice que hay un llamado para las mujeres mucho mayor. Ese llamado rebasa toda época y cambio de moda. Estas virtudes no tienen que ver con nuestra preferencia personal sino con el evangelio de Jesucristo. Para que los que no creen vengan a conocer al Señor. «Para que la Palabra de Dios no sea blasfemada…palabra sana e irreprochable, de modo que el adversario se avergüence y no tenga nada malo que decir de vosotros…no defraudando, sino mostrándose fieles en todo, para que en todo adornen la doctrina de Dios nuestro Salvador», Tito 2:5b, 8, 10.
La gente normalmente no quiere escuchar lo que queremos decirles de la Biblia, pero si quieren ver si lo que creemos causa una diferencia en nuestras vidas. Nuestras acciones traen honra a Dios o no representan Su Palabra. Lo que hacemos o decimos no va a verse en los telediarios, pero si podemos adornar la doctrina de Dios —el evangelio— con nuestras vidas. No podemos mejorar el evangelio ni modificarlo, pero si podemos hacerlo atractivo para los que nos rodean al cultivar estas cualidades femeninas.
Imagina conmigo a una mujer que ama a su marido, cuida tiernamente de sus hijos, crea un hogar lleno de calma e invitador, que es un ejemplo de pureza, disciplinada, de carácter bondadoso y que alegremente se somete al liderazgo de su marido todos los días de su vida. Dime si hay algo que demuestre el evangelio de una manera más preciosa.
Este es el verdadero atractivo femenino.
Dámaris Sánchez Kirkpatrick