Dirigida a: La Iglesia Bautista de Cristo que adora en New Park Street Chapel, Southwark.
28 de abril de 1854
Queridos amados en Cristo Jesús:
He recibido su unánime invitación, tal como está contenida en la resolución aceptada por Uds. el día 19 de los corrientes, en la que expresan su deseo de que acepte yo el pastorado entre Uds. No es necesario una respuesta larga; sólo hay una respuesta para esta tan amable y cordial invitación: LO ACEPTO. No he tenido perplejidad en saber cuál debía ser mi contestación, porque muchas cosas me constriñen para dar tal respuesta.
Yo no buscaba venir a Uds., porque soy un ministro de una gente sencilla pero muy afectuosa; nunca estuve ansioso por saber de antemano. La primera nota de invitación de parte de sus diáconos llegó de forma inesperada, y yo temblaba con la idea de predicar en Londres. No podía comprender cómo pudo ocurrir, e incluso ahora estoy en las manos de nuestro Dios, cuya sabiduría dirige todas las cosas. El escogerá por mi; y tal como puedo juzgar, esta es Su elección.
Siento que es un gran honor ser el pastor de una gente que puede mencionar nombres tan gloriosos como los de mis predecesores, y yo les suplico que me recuerden en sus oraciones, para que yo me de cuenta de la solemne responsabilidad que se me confía. Recuerden mi juventud e inexperiencia, y oren para que estas cosas no interfieran en mi utilidad. Confío al mismo tiempo que el recordar estas cosas les dirigirá a perdonar los errores que pueda tener, o las palabras descuidadas que pueda proferir.
Bendito sea el nombre del Altísimo si El me ha llamado a este oficio, El me sostendrá en él, de otra manera, ¿cómo podría un niño; un joven, tener tal pretensión de intentar desarrollar la obra que llenó el corazón y las manos de Jesús?
Su bondad para conmigo ha sido grande, y mi corazón se une a Uds. No temo la estabilidad de Uds., sino que temo de mi mismo. El evangelio, creo yo, me prepara para emprender grandes cosas, y por fe emprendo esta.
Yo les pido su colaboración en cada buen trabajo; en visitar a los enfermos, en traer a los que buscan, y en la edificación mutua.
¡Oh, que no sea yo un mal para Uds., sino un beneficio perdurable! No tengo más qué decir salvo esto: Que si me he expresado en estas pocas palabras en una manera impropia por mi juventud e inexperiencia, no lo imputen a la arrogancia, sino perdonen mi error.
Y ahora, les encomiendo a nuestro Dios, el Jehová Triuno.
Yo soy,
Suyo para servir en el evangelio,
C.H. Spurgeon.
Spurgeon tenía 19 años cuando escribió esta carta y hacía tan sólo tres años que había empezado a predicar. Los dos años anteriores estuvo pastoreando una iglesia pequeña.