Ecle.3:7b “tiempo de callar, y tiempo de hablar”.
Esta es otra de las cosas que nos cuesta enormemente a los humanos, y esto incluye a los creyentes.
Saber cuándo hablar y saber cuándo ha que callar.
Sant.3:2 “Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo”.
Hace un tiempo cayó en mis manos este escrito en inglés, y lo he traducido y adaptado.
—Son buenos pensamientos a tener en cuenta al hablar.
“Cuando sé seguro que algo no es verdad, debo callar.
“Cuando tengo una fuerte corazonada de que algo no es cierto, debo callarme.
“Si tengo la más leve duda de que algo no es cierto, debo callarme”.
“Pero, el hecho de que algo sea completamente cierto, eso no significa que tenga que decirlo; debo examinar mis motivos, actitud y maneras al decirlo”.
“Si algo es cierto, y al decirlo puedo herir a alguien innecesariamente, debo callarme”.
“Si algo es cierto pero sé que mis motivos y razones al decirlo son socavar la reputación de alguien o hacerle sentir culpable, debo callarme”.
“Si algo es verdad pero había prometido mantenerlo en secreto, tengo que callarme”.
“Si algo es cierto, pero mis razones son el enfrentar o abrir una grieta entre dos personas, debo callarme”.
“Si algo es verdad pero mis motivos al decirlo es aparecer yo mejor que aquel a quien me comparo al decir esa verdad, debo estar callado”.
“Si algo es verdad y simplemente lo digo para que me haga sentir bien, aunque no sirva para nada más, debería callarme.
Estas reglas o principios los deberíamos tener todos en cuenta.
- ¡Cuántas veces hablamos lo que no debemos! — ¡Cuántas veces hablamos fuera de tiempo!
Cuando no tengas nada qué decir, sencillamente, no digas nada.
Como dice un proverbio árabe: “Si rompes el silencio que sea por algo que valga la pena”.
El libro de Proverbios está repleto de enseñanzas sobre la lengua, las palabras, el hablar y la boca. El poder hablar es, sin duda, uno de los mayores privilegios que Dios nos ha dado a los hombres.
El lenguaje es la forma principal por la que nos damos a conocer y nos comunicamos unos con otros. El lenguaje habla de nosotros mismos; de lo que pensamos; de lo que sentimos. Con el lenguaje; o como dice Santiago, con la lengua, se puede encender un gran fuego con una pequeña chispa. Con ella podemos alabar a Dios y podemos maldecir a los hombres.
Si fuésemos capaces de hablar solamente lo que debemos, seríamos capaces de enfrentarnos a cualquier prueba o tentación.
¡Cuantísimas veces hemos dicho algo de lo que luego hemos tenido que arrepentirnos y pedir perdón!
¡Cuántas veces hemos ofendido con nuestra lengua! — ¡Cuántas veces hubiéramos estado mejor calladitos!
También en esto la mente juega un papel muy importante. —Allí está la batalla también con el hablar.
Por eso nos dice Santiago que si alguno no ofende de palabra éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo”.
Si nuestra mente puede llegar a contener la palabra que no debemos decir, es que hemos entrenado nuestra mente a contener todos los demás impulsos.
Pablo también nos dice:
Col .4:6 “Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno”.
No precisamente habla de la gracia de Dios, sino de hablar de forma amable, respetuosa. Nuestras palabras deben tener la gracia de no responder como quizá se nos hable a nosotros. Nuestra respuesta debe ser cortés, no respondiendo insulto con insulto; sino siendo graciosos con la persona que quizá nos esté despreciando o insultando con sus palabras. —Tener gracia con la persona.
Y sazonada con sal nos puede hablar de la forma de presentar nuestra palabra, sazonada: aderezada, aliñada.
Como cuando servimos una ensalada, que queremos que esté bien preparada para agradar al comensal.
Hnos., así sepamos controlar nuestra lengua, así será nuestro carácter fuerte o débil. Debemos aprender a saber cuándo es tiempo de hablar y cuándo es tiempo de callar. Tan sólo encuentro una cosa que no necesita tiempo adecuado. Hay algo que se puede decir con sal y con gracia, pero en todo tiempo: Predicar la Palabra de Dios. El Evangelio de la Gracia.
Por lo demás, sepamos escoger el tiempo de hablar. Hay tiempo de callar y tiempo de hablar. Aprendamos.