miércoles, noviembre 1

Cuando no comprendes

Jn.11:17-32  Son muchas las ocasiones en las que se nos hace incomprensible lo que nos sucede.

Y es casi inevitable hacerse preguntas. —O incluso, hacérselas al Señor.

En el pasaje leído podemos ver que tanto Marta como María dijeron al Señor cuando llegó a Betania.

En Ver.21 leemos: “…Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto”.

Ver.32 Aquí será María quien dice lo mismo: “Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano”.

Esta familia era muy querida del Señor Jesús. —Son varias las veces que encontramos al Señor visitando o quedándose a dormir en aquel hogar. —Es evidente que Jesús se sentía muy cómodo allí.

Pero mi punto es: Encontramos a Marta primero, y a María después, haciendo —quizá no un reproche o una queja, pero si mostrando algo de decepción sin esperanza.

“Señor, si hubieses estado aquí esto no hubiese pasado”.

Esto denota, por un lado, un cierto grado de fe. —Tú podrías haberlo evitado si hubieses estado aquí.

Por otro lado, no le están pidiendo explicaciones al Señor sobre por qué no estuvo, sino, ¿cómo es que lo has permitido?

Expresarle al Señor una frustración, no tiene por qué ser pecado si se hace respetuosamente como Él merece.

Veamos otro ejemplo: Moisés:

Después que volvió de hablar con Faraón la primera vez, se llevó una gran decepción.

Ahora los hebreos tenían que hacer la misma cantidad de ladrillos pero además tenían que ir a recoger la paja ellos mismos.

De manera que el resultado de haber ido en nombre de Dios ante Faraón para que dejase ir en libertad a su pueblo, no resultó exitoso. —Más bien todo lo contrario.

Éx.5:22 “Entonces Moisés se volvió a Jehová, y dijo: Señor, ¿por qué afliges a este pueblo? ¿Para qué me enviaste?”.

Gedeón, el sexto Juez de Israel fue llamado por Dios para deshacerse del yugo opresor de los madianitas.

Sin embargo Gedeón dijo al Señor:

Jue.6:12-13. “Y el ángel de Jehová se le apareció, y le dijo: Jehová está contigo, varón esforzado y valiente. Y Gedeón le respondió: Ah, señor mío, si Jehová está con nosotros, ¿por qué nos ha sobrevenido todo esto? ¿Y dónde están todas sus maravillas, que nuestros padres nos han contado, diciendo: ¿No nos sacó Jehová de Egipto? Y ahora Jehová nos ha desamparado, y nos ha entregado en mano de los madianitas. —Jehová le dijo…”. (¿Con quién hablaba Gedeón?)

Elías también expreso una queja o lamento cuando el hijo de la viuda de Sarepta murió.

“Y clamando a Jehová, dijo: Jehová Dios mío, ¿aun a la viuda en cuya casa estoy hospedado has afligido, haciéndole morir su hijo?”, 1Rey.17:20.

Otra vez, cuando era perseguido a muerte por Jezabel, dijo al Señor:

“Y él se fue por el desierto un día de camino, y vino y se sentó debajo de un enebro; y deseando morirse, dijo: Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres”, 1Rey.19:4.

En el texto de hoy encontramos a Marta y María haciendo lo mismo: ¿cómo es que no estuviste aquí?

Pero el Señor tenía unos propósitos que no les había revelado.

—Y esta es la lección para hoy. —Veamos:

Jn.11:4 “Oyéndolo Jesús, dijo: Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella”.

Ver.14-15 “Entonces Jesús les dijo claramente: Lázaro ha muerto;

15 – y me alegro por vosotros, de no haber estado allí, … — Esto es lo que debemos recordar. 

Lo que era la preocupación de Marta y María, resulta que el Señor se alegraba de no haber estado allí. Pero había otra razón:           “…para que creáis; mas vamos a él”.

El Señor tenía tres propósitos para hacer lo que hizo, sin embargo Marta y María no los conocían:

  1. Para la gloria de Dios.
  2. Para que el Hijo sea glorificado.
  3. Para que creáis.

Hnos., muchas veces el Señor no nos revela sus intenciones al dejar que algo nos ocurra.

El Señor nos dice: “Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos”, Isa.55:9.

Pero no pensemos que preguntarle al Señor está mal. —No cuestionarle con tus dudas.

—No poniendo en duda su capacidad. —Diciéndole: “Señor, no entiendo esta situación”.

Nunca cuestiones sus propósitos, pero está bien preguntarle mientras hablas con Él.

Recuerda: Hay muchas cosas que las entenderemos después, como les pasó a Marta y María.

No tengas temor de preguntar al Señor mientras confías en tu corazón que Él no se equivoca y sabe lo que hace.