Mat.22:37-38
El Señor Jesús es preguntado de forma capciosa por un intérprete de la Ley.
Es fácil entender que la pregunta que le hicieron al Señor era para tentarle.
Ellos eran los que interpretaban y enseñaban la Ley en Israel, y además se refieren al Señor llamándole Maestro.
Preguntarle a un Maestro una pregunta tan básica, era como preguntar a un maestro de Matemáticas cuanto son dos más dos.
Si tanto ellos como él eran maestros de la Ley, entonces, ¿por qué una pregunta tan simple?
Tal como nos dice la Escritura, el deseo era poder crear una polémica en su respuesta.
Pero la respuesta fue aplastante
“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente”.
Pero, a la luz de esta declaración quisiéramos ver cuatro cosas que manifiestan nuestro amor a Dios sobre todas las cosas.
¿Amas al Señor sobre todas las cosas?
Nuestro amor al Señor debe mostrarse con las primicias de todas las cosas. —Lo primero en todo.
1. Damos a Dios las primicias de nuestras semanas. —El primer día de la semana.
Evidentemente el último día de la semana —sábado— fue el día que Dios mandó descansar.
Pero fácilmente se entiende que esto era para el tiempo de la Ley.
El sábado era el último de a semana. —El énfasis es el reposo. El Señor reposó el séptimo día.
Sin embargo, desde el comienzo de la iglesia el NT enfatiza más el primer día de la semana.
Hch.20:7 “El primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan, Pablo les enseñaba, habiendo de salir al día siguiente; y alargó el discurso hasta la medianoche”.
1Cor.16:2 “Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado, guardándolo, para que cuando yo llegue no se recojan entonces ofrendas”.
De manera que hemos de dedicar el primer día de la semana para honrarle, adorarle y alabarle.
Esto pone de manifiesto nuestro amor por nuestro Dios con todo corazón, alma y mente.
He.10 nos recuerda que no debemos dejar de reunirnos, tanto más cuando el día de su venida se acerca.
Si en verdad amamos al Señor sobre todas las cosas, las primicias de la semana serán para Él.
Y en la dispensación de la Iglesia, el primer día —domingo— es el que hay que dedicarle.
2. Damos a Dios las primicias de nuestros días.
Sal.5:3 “Oh Jehová, de mañana oirás mi voz; De mañana me presentaré delante de ti, y esperaré”.
El mismo Señor Jesús nos da su ejemplo cuando leemos:
Mar 1:35 “Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba”.
3. Damos a Dios las primicias de nuestro dinero.
En la iglesia donde crecí había una costumbre voluntaria de ofrendar el primer salario de uno que comenzaba a trabajar por primera vez. (Es cierto que entonces se cobraba por semanas).
Esto podemos entenderlo como el diezmo de todo lo que recibimos, o lo primero de lo que recibimos.
No es mi tema hoy hablar sobre el diezmo; mi énfasis es hoy darle lo primero al Señor.
Cuando cobras, apartas lo primero para el Señor.
Algunos tienen la escusa para no dar el diezmo diciendo que el NT no manda dar el diezmo.
Pero tampoco habla del mandamiento de reunirnos el domingo.
¿Deberíamos, pues, buscar otro día en que nos reunamos?
Yo entiendo que el diezmo de todo lo que el Señor me da es para Él. —Son mis primicias.
Pero sobre todo lo doy con alegría, porque Dios ama al dador alegre.
4. Damos a Dios las primicias de todas las consideraciones de nuestras decisiones.
Al tomar decisiones personales o de familia, debemos considerar al Señor en todo.
Si en verdad le amamos y a la vez sabemos que Él quiere nuestro bien,
- ¿cómo no querremos saber su voluntad sobre aquello que hayamos de decidir?
En definitiva, Hnos., decir que amamos al Señor de todo nuestro corazón, alma y mente, y no ponerle a Él el primero en todo, no es más que una forma de engañarnos a nosotros mismos.
—No nos engañemos, pues.
Cada uno de estos puntos comienza con “Damos”. —Y el amor a Dios se demuestra dándole lo mejor de todo.
¿Damos al Señor lo mejor de todo?