Por Marta Arenzana
La hija de un hombre le pidió al pastor que fuera a su casa a orar por su padre que estaba muy enfermo. Cuando el pastor llego a la habitación del enfermo, encontró a este hombre en su cama con la cabeza alzada por un par de almohadas. Había una silla al lado de su cama, por lo que el pastor asumió que el hombre sabía que vendría a verlo. «Supongo que me estaba esperando», le dijo.»No, ¿quien es usted?, dijo el hombre. «Soy el pastor que su hija llamo para que orase con usted, cuando vi la silla vacía al lado de su cama supuse que usted sabía que yo estaba viniendo a verle». «Oh si, la silla», dijo el hombre enfermo, «¿Le importa cerrar la puerta?» El pastor sorprendido la cerró. «Nunca le he dicho esto a nadie, pero….toda mi vida la he pasado sin saber como orar. Cuando he estado en la iglesia he escuchado siempre respecto de la oración, que se debe orar y los beneficios que trae, etc., pero siempre, esto de las oraciones, me entró por un oído y me salió por el otro, pues no tenía ni idea de como hacerlo. Entonces, hace mucho tiempo abandone por completo la oración. He estado así hasta hacen unos cuatro anos, cuando conversando con mi mejor amigo, me dijo:
«José, esto de la oración es simplemente tener una conversación con Jesús. Así es como te sugiero que lo hagas….te sientas en una silla y colocas otra silla vacía enfrente de ti, luego, con fe, miras a Jesús sentado delante tuyo. No es algo alocado el hacerlo pues el nos dijo: “Yo estaré siempre con vosotros”. Por lo tanto, le hablas y lo escuchas, de la misma manera como lo estas haciendo conmigo ahora mismo».
Es así que lo hice una vez y me gusto tanto que lo he seguido haciendo unas dos horas diarias desde entonces. Siempre tengo mucho cuidado que no me vaya a ver mi hija pues me internaría de inmediato en la casa de los locos.
El pastor sintió una gran emoción al escuchar esto y le dijo a José que era muy bueno lo que había estado haciendo y que no cesara de hacerlo. Luego hizo una oración con él, le extendió una bendición, y se volvió a la iglesia.
Dos días después, la hija de José llamó al pastor para decirle que su padre había fallecido. El pastor le pregunto: «¿Falleció en paz?». «Si”, respondió ella, “cuando salí de la casa a eso de las dos de la tarde me llamó y fui a verlo a su cama, me dijo lo mucho que me quería y me dio un beso. Cuando regrese de hacer las compras una hora más tarde ya lo encontré muerto. Pero hay algo extraño referente a su muerte. Aparentemente, justo antes de morir se acerco a la silla que estaba al lado de su cama y recostó su cabeza en ella, pues así lo encontré. ¿Qué cree usted que pueda significar esto?»
El pastor se seco las lágrimas de emoción y le respondió: «Ojalá que todos nos pudiésemos ir de esa manera».