Testimonios de Manuel Moyano y Schumayk Schimansky
Misioneros de las iglesias de España y de IPM, en Uruguay
Testimonio de Manuel
Nací en Córdoba España un 25 de noviembre del año 1951 en una familia católica pero no practicantes, típica española.
Ya, en aquellos primeros años de mi vida, sentí la cercanía del pueblo judío, en comidas, canciones q canté sin entender, en idioma ladino (de los judíos sefardíes) y conociendo la judería, (barrio típico de Córdoba donde se concentraba la colectividad judía) De hecho, el flamenco andaluz tiene mucho de oriental.
Teniendo 10 años emigramos con mi familia a Barcelona.
Cuando era adolescente ya empezó en mí, una inquietud muy fuerte por Dios y tome el camino que conocía, el de la religión católica. Por mi conciencia escrupulosa, no quedó parroquia en Barcelona donde yo no hubiera ido a confesarme.
Me integré en los “cursillos de cristiandad “. Un grupo dirigido por un sacerdote, fervoroso e idealista. Recuerdo que, con 16 años estuve de aprendiz en una fábrica de paracaídas y a mis compañeros, todos ellos mayores que yo, adultos, les hacía rezar antes de almorzar.
Entre tanto, Dios, como guiaba mi vida! A pesar de la influencia católica que discrimina al judío, incluso lo ha perseguido por siglos, yo tenía en mi casa libros como “Éxodo” y “Oh Jerusalén” Que hablaban de qué manera milagrosa había sido fundado el estado de Israel y otros asuntos más, relacionados con Israel.
Siempre tenía simpatía y una extraña inquietud por el pueblo judío, aun sin entender el plan de Dios para ellos.
Por otro lado me recuerdo muchas veces escuchando música sudamericana y cuando estaba en la secundaria tuve un amigo uruguayo (que no era normal en aquella época, como es ahora la cantidad de emigrantes americanos, que se encuentran en España).
Mas tarde en un hotel donde trabajé un año, también mi mejor amigo era un tupamaro (revolucionario) uruguayo que me hablo de su país muchas veces.
En el año 1970 mi hermano conoce el evangelio y se convierte. Para mí, 3 años mayor que él y tan católico, fue un golpe. Discutíamos principalmente como él, sin “hacer nada” estaba seguro de ir al cielo. Yo, cumpliendo como católico, confesándome, poniéndome garbanzos en los zapatos para hacer penitencia, yendo a cotolengos para hacer bien al prójimo; no estaba seguro de ir al cielo.
Durante cinco años, en la iglesia donde iba mi hermano, oraban por mí y no desaprovechaban ocasión para hablarme del evangelio.
En ese ínterin, me metí en un convento de Franciscanos que había en Valencia.
Allí quise servir a Dios a mi manera. Lo cierto es, que lo vivido allí, no satisfizo mi sed de Dios. Pudiéndome librar del servicio militar por ser fraile, no lo hice y me enrolé en el ejército para experimentar lo que todo hombre español tenia que pasar.
Dios utilizó ese tiempo para alejarme del convento.
Escuchaba a mis compañeros hablar de sus novias, esposas, hijos y comenzó un sentimiento sincero en mí de; “si vuelvo al convento nunca sabré lo que es una familia”.
Los franciscanos se despidieron de mí con una carta contundente, una hoja con una sola palabra;
“JUDAS”.
Volví a Barcelona vacío, desorientado, desilusionado de la religión, defraudado de todo. Mi hermano que me había dado por caso perdido, ya ni me hablaba del evangelio.
Pero un amigo de él, tuvo paciencia conmigo y me empezó a invitar a pasear, y me hablaba de Cristo.
Un domingo no pudiendo soportar más la presión del Espíritu Santo en mi corazón, aparecí a una reunión en la iglesia.
No recuerdo mucho el mensaje, solo sé que todo el culto me venían a la mente las palabras de un versículo que mi hermano tenia en un póster, en su cuarto; “boga mar adentro” y me decía a mí mismo “vamos Manolo, metete mar adentro, confía, cree”. Y así lo hice, cuando hicieron un llamado a entregarse a Cristo, no levante la mano, me puse de pie. Y sigo de pie por la Gracia de Dios!.
Fui creciendo en el Señor y desde el primer día de mi conversión, tuve claro el interés en servir al Señor, con la inquietud firme de ser misionero. Ya tenía 25 años.
En esa iglesia conocí a una chica, uruguaya, que había emigrado con su familia a España hacía poco tiempo. (Nuevamente uruguayos en mi camino); Schumayk.
Lo primero que me llamó la atención de ella era su actitud de servicio para el Señor y enseguida pensé que una mujer así era lo que yo quería para formar un hogar. Nos fuimos conociendo y enamorando y nos hicimos novios. Juntos compartíamos ese deseo de dedicar nuestras vidas a Dios.
A los pocos meses viajamos a Uruguay a un instituto Bautista fundamental para prepararnos como misioneros. Estuvimos 4 años estudiando. Al finalizar y ser encomendados al ministerio, permanecía nuestro deseo firme de volver a España y ser misioneros en mi tierra donde había tanta necesidad.
Llegamos a España en el 1981 casados y con un nuestro primer hijo, Isaac que tenía 1 añito.
Los primeros 3 años colaboramos con la iglesia de Cerdanyola y el hermano Milton Portugal. En ese tiempo nació Débora, nuestra 2ª hija.
Mi deseo de abrir obra en un lugar muy católico no se quitaba de mi corazón, así que, Dios movió mi vida para ir a Pamplona Navarra. Allí estuvimos solos y abriendo obra pionera. ¡Que años felices! ¡Cuánto llegamos a amar a los Navarricos! Estuvimos con ellos 13 años. Algunas conversiones y una iglesia plantada. En el año 1988 nació nuestra 3ª hija Ana.
Durante esos años, tuvimos mucha amistad con una profesora de música de nuestra hija Déborath. Vivía enfrente de nuestra casa, era Argentina judía. No puedo contar todos los detalles en que pude ver la guía de Dios y como él llevó nuestras vidas preparándolas para estar donde ahora estamos, porque sería muy largo, pero fueron muchos detalles.
Al fin de esos 16 años en España, empezó un deseo muy fuerte en mi corazón de parte de Dios, para volver a Uruguay, lo que nunca habíamos imaginado. Hermanos de allí, nos pedían ayuda.
Dejamos la amada iglesia en Pamplona a cargo del hermano Manuel Martinez y volvimos a Uruguay con toda la familia.
Mi esposa e hijos fueron los últimos en adaptarse a este país, extrañaban mucho España y mi querida esposa tuvo que aprender a amar a sus compatriotas. !Tanto amaba a los navarros!
En Uruguay nació Ezequiel y Eunice .
Primer año servimos a la iglesia que habíamos venido a ayudar, zona semi rural y de clase baja. Una experiencia muy interesante, que el Señor usó para adaptarnos y conocer mejor al pueblo uruguayo. Pueblo pacífico, hospitalario, sufrido y polifacético.
Luego volvimos a la capital Montevideo y finalmente al barrio de Pocitos. Aquí estamos hace ya, 13 años.
¿Por qué este barrio? Porque es el menos evangelizado del Uruguay, a su vez el mas denso en población.
Al empezar a trabajar aquí, nos encontramos con varias cosas: era un barrio de clase media alta. La gente muy diferente al resto del uruguayo común.
América toda, es, más bien, religiosa, católica, supersticiosa. Uruguay es totalmente distinto. Es un país que en las escuelas se prohíbe hablar de Dios. Basadas sus leyes y directrices en la masonería.
En Uruguay, excepto uno, todos sus presidentes han sido masones. El himno nacional, su bandera etc; están llenos de consignas masonas.
El uruguayo es descendiente de emigrantes mayoritariamente europeos y es el único país americano que no hay indios. Fueron exterminados desde el comienzo de esta nación.
Esa mezcla de culturas lo hace muy especial y adelantado en muchas cosas.
Pero, desde el punto de vista misionero, tiene fama de ser el “cementerio de los misioneros”.
El interior del país por ser la gente más sencilla y receptiva es más sensible a las cosas de Dios.
Montevideo comparándolo al interior, es más duro aún para el evangelio. Dentro de Montevideo, Pocitos es de las zonas mas difíciles por su característica económica y cultural. Desde las religiones de la “Nueva Era,” que tienen su reinado aquí a toda clase de “religión nueva” que salga.
Cuando empecé a venir a repartir folletos en los mercadillos fue grande mi sorpresa al darme cuenta que las personas que mas se detenían a hablar de Dios, eran judíos. !Hay una colectividad judía muy grande!. Es el cuarto país del mundo en población judía. Proporcionalmente a la población. Primero es Israel,.segundo EEUU, tercero Francia y cuarto, Uruguay.
Esta realidad trajo una carga muy grande a nuestro corazón por el pueblo judío, reavivando en mí esa atracción que nunca supe explicar.
Y ahora, mas que nunca, que entendía que el evangelio es primeramente al judío y también al griego, empecé a trabajar en eso.
Me interné en sus costumbres, creencias etc; para conocerlos. Trabé amistad con muchos de ellos empapándome de todo lo que podía. Compré libros escritos por ellos para conocerlos y me di cuenta que es un mundo inmenso y desconocido.
Dios ha confirmado muchas veces su llamado en mi corazón con detalles claros y específicos, pero lo que más me aseguró que estaba en el camino que Dios quería; fue la conversión de Miriam en el año 2002.
Para resumir, termino compartiendo como es ahora nuestro ministerio.
Ya tenemos una iglesia local. “Casa del Príncipe de Paz”. En este momento se congregan hermanos no judíos, que están siendo enseñados a entender al judío y amarlo, preparándoles para nuestra meta. ¿Nuestra meta? Tener en este barrio una iglesia en que convivan en paz y amor, gentiles y judíos, renacidos en Jesucristo.
Creo que una iglesia se puede formar por los dos pueblos. La pared intermedia de separación entre los dos, fue derribada en el Calvario.
Últimamente se están levantando grupos e individuos que enseñan que Israel ya no existe o que Israel es la iglesia. También otros que dicen que la iglesia no existe. Nada de eso es verdad. Jesús y los apóstoles enseñaron que Dios no ha desechado a su pueblo y que Jesús está formando a su iglesia de los gentiles y judíos salvos.
Creo que un hebreo no deja de serlo por creer en Jesús como su Mesías, pero espiritualmente pasa a formar parte de la iglesia.
Para eso estamos haciendo en casa reuniones hebreo cristianas. Somos conscientes de que el judío que no ha creído en Jesús, no quiere entrar a una iglesia “cristiana”, pero si lo tratas aparte, él puede acercase sin temor y entender poco a poco quien es su Mesías y Salvador.
Cuando ellos creen, no tienen problema de sentirse parte de una iglesia, como le paso a Miriam. Se caso con un creyente de una iglesia Bautista y allí se congrega.
Así como seguimos en contacto con ella, también continuamos nuestra amistad con otros hebreos, incluidos algunos que han vuelto a Israel a vivir.
Alabo al Señor porque nos salvó y nos puso en el ministerio. Doy gracias a él por la esposa que me dio, siempre fiel y a mi lado. Y a mis queridos hijos que se han esforzado en aceptar tantos cambios. Siempre compartiendo y amando lo que nosotros amamos. La Gloria sea para el Señor.
Testimonio de Schumayk
Nací en Montevideo, Uruguay, 9 de mayo de 1959. Crecí en una familia cristiana evangélica. Cuando tenía 8 años, mi papá dejó de congregarse y solo mama fue nuestro apoyo espiritual.
En esa contradicción encontré a Dios en mi vida personal. De papa recibí la influencia de un hombre que trabajaba, respetaba y quería a su familia y que lloraba cuando escuchaba hablar del Señor.
De mama todo lo espiritual. Ella nos enseñó entre muchas otras cosas, que los creyentes tenemos que orar y leer la Biblia asiduamente, que faltar a una reunión en la iglesia es perderse mucho. Que no puedes perderte un campamento. Que tus mejores amigos tienen que ser cristianos. Que servir a Dios es la mejor carrera que puedas hacer en este mundo. Y que jamás debía mirar a un muchacho incrédulo con otra intención que no sea la de hablarle de Cristo.
Con ella fui, desde pequeña, a sus clases de niños, metiéndome en ranchitos de lata a buscar niños entre madres borrachas. A visitar ancianas solas y enfermas.
Con doce años nos fuimos a vivir, toda la familia a Barcelona España. Era el año 1971.
Viviendo con mama era difícil no estar involucrada en algún servicio a Dios. Tuvimos por años clase de niños en casa y yo la ayudaba con la música.
Pero….por cinco años, me deslumbró el mundo. A decir verdad, muchas veces pensé que haberme criado “metida en la iglesia” me había hecho perder muchas cosas interesantes.
¡Que lejos estaba de la verdad! Ahora, que estoy en el ministerio y trato con niños criados sin Dios. Doy gracias, tantas veces, de todo lo que mi amado Dios me guardo y que ahora cargaría toda mi vida con las consecuencias.
Por supuesto el mundo me defraudo con sus falacias y astucias. Nada me dio, nada me dejó, nada saqué de provecho de ese tiempo. Solo penas y desilusiones.
Recuerdo defender mi fe “cristiana” en el BUP cuando yo sabía que estaba defendiendo algo muy valioso pero que yo misma no lo había alcanzado en su total dimensión.
En mi intimidad ¿Dónde estaba el Dios de mi mama, que le contestaba las oraciones y que la hacía cantar en medio de la adversidad? Ella me había enseñado, “Dios no quiere nietos sino hijos”.
No podía conformarme con conocer al Dios de mi madre, tenía que ser, mí Dios.
Estudié las religiones orientales y occidentales y las comparaba con lo que yo había recibido en casa. Nada superaba el mensaje glorioso de Cristo, lo que él había hecho por mí, la esperanza del mas allá, sus mandatos, su libro, la iglesia, los amigos cristianos, nuestra música, nuestras costumbres etc etc.
Quise hacer magisterio, no quería ser misionera como mama. Yo no era ni digna ni capaz.
Pero el Señor me venció. No había otra cosa que me diera mas felicidad que dar una clase de niños, o cantar, o trabajar en los campamentos…
A los 17 años me rendí totalmente a él y le dije que si no cambiaba mi vida me quería morir. El Señor Jesús cambio mi corazón realmente. Ya no me interesó más el mundo, sus luces ya no brillaban para mí. Me vi conmovida por un mundo perdido e ignorante del tesoro que yo poseía. La verdad de Dios con todo lo que eso implicaba para la vida de un ser humano.
En ese mismo mes apareció Manolo en mi camino.
Me tomó distraída en mis planes de dedicarme toda la vida a ser misionera. Pero él conquistó mi corazón con la frescura de un entusiasmo increíble por Dios y con otras cosas mas, por supuesto.
Era un caso raro entre los jóvenes de mi iglesia, así que me plantee la posibilidad de que Dios quisiera que le sirviera pero desde el lugar de esposa.
Ese año buscamos donde estudiar Biblia y vinimos a Uruguay que era lo que conocía con seguridad de ser un lugar fundamental para prepararse en el ministerio.
Me case con Manolo aquí, tuvimos nuestro primer hijito, Isaac y en el testimonio de mi esposo se puede ver como siguió mi vida. Que en definitiva es la suya.
Ahora me encuentro aquí nuevamente en mi país. Los 16 años que estuvimos como misioneros en España fueron maravillosos para mí. Aun me duele el corazón y me emociono cuando pienso en mi otra tierra. Con la necesidad que hay allí, ¿ por qué quiso el Señor traernos a Uruguay nuevamente?
Pero sí, estoy segura que Él quiere por ahora, que estemos aquí.
Aprendí a amar y conocer a los uruguayos, que a pesar de ser mi tierra natal, se me habían hecho desconocidos. Una cosa es ser un estudiante y otra ser un misionero.
Una vez me dijeron “Manolo esta aquí porque tú eres uruguaya”; yo creo que es al revés, Yo uruguaya, me case con él, porque Dios quería que Manolo le sirviera en Uruguay.
Cuando fuimos a Pamplona… cuando volvimos a Uruguay, en esas dos grandes etapas de nuestra vida juntos, tuve que orar mucho para que el Señor me diera amor para seguir la visión de mi esposo. No me gustan los cambios, no me gusta separarme de la gente que quiero, no me gusta cambiar de país ni de casa ni de iglesia. No me gusta ir donde no quiero ir o seguir la visión de otro sino la mía.
Pero cuanta gracia Dios derramo en mi corazón!. Cuanta paciencia tuvo él conmigo siempre durante todos estos años. Con cuanto amor me llevó a tener ánimo, fuerzas y entusiasmo por la visión de mi esposo, a tal punto de hacerla mía también.
Y en eso estoy, apoyando y trabajando con él. Muy feliz y entusiasmada. Cada día compartiendo juntos todas las luchas y alegrías que un ministerio misionero da. Gracias doy a mi Dios por mi querido compañero y los hijos amados que nos dio….
Doy gracias, sobre todo por el Señor Jesucristo, mi visión, mi torreón. En él tengo todo.