miércoles, noviembre 1

Nada escondido

Gén.31:17-35

Esta historia me ha traído un pensamiento práctico. Me llamó la atención lo que Raquel hizo con su padre. Una vez más los pecados familiares se ponen de manifiesto. Labán había engañado a Jacob varias veces, y ahora podemos ver a la hija haciendo lo mismo con él. El texto nos dice lo que Raquel hizo a su padre: “Raquel hurtó los ídolos de su padre”. Ver. 19.

Cuando su padre, Labán, estaba buscando los ídolos, Raquel se sentó encima de donde los había guardado y le dijo a su padre que no podía levantarse porque estaba con la “costumbre de las mujeres”. Parece que la costumbre en la antigüedad y antes de la ley era respetar a las mujeres en ese estado. Luego, la ley diría en Levítico 15 que cualquiera que tocare algo donde ella se hubiese sentado, sería inmundo.

Lev.15:20-22 “Todo aquello sobre que ella se acostare mientras estuviere separada, será inmundo; también todo aquello sobre que se sentare será inmundo. Y cualquiera que tocare su cama, lavará sus vestidos, y después de lavarse con agua, será inmundo hasta la noche.  También cualquiera que tocare cualquier mueble sobre que ella se hubiere sentado, lavará sus vestidos; se lavará luego a sí mismo con agua, y será inmundo hasta la noche”.

El caso es que Raquel, fuese una excusa verdadera o no, ocultó los ídolos bajo algo natural. Y la enseñanza práctica para nosotros es esta:  Raquel escondió algo que no agradaba a Dios (los ídolos) bajo la excusa de algo natural. Y pregunto, hermanos: ¿Hay algo desagradable a Dios que escondemos debajo de algo natural?

¿Hay algo en nuestras vidas que no tenemos intención de dejar, y lo tenemos escondido bajo algo que es natural?

Nuestra pereza la podemos esconder muy bien debajo de la paciencia.
La indolencia la escondemos debajo de las muchas tareas.
El orgullo lo escondemos bajo la dignidad.
La hipocresía la escondemos bajo la humildad.
La cobardía se pone debajo de la mansedumbre.
La obstinación la escondemos bajo las alforjas de la perseverancia.
La irritabilidad y el mal genio lo escondemos bajo el fervor.

—Y la lista puede ser más larga. Pero una cosa es clara en esta lección:

Labán no encontró los ídolos que Raquel había escondido debajo de sí. Pero Dios sí los encuentra, estén donde estén escondidos.

Hnos., podemos engañar a los hombres, pero a Dios nadie le puede engañar. ¿Os acordáis?: No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará”. Labán fue burlado por su propia hija, pero Dios no puede ser burlado. El Señor conoce nuestros pensamientos y las intenciones del corazón.
Los demás podrán pensar: “Qué perseverante que es”; cuando el Señor está viendo en realidad obstinación.
Los demás podrán pensar: “Qué paciente es esta persona”; cuando el Señor está viendo cobardía.
Los demás podrán pensar de nosotros: “Qué humilde que es”, mientras el Señor está viendo nuestra hipocresía. Podremos hacer pensar a los demás que somos humildes, pero el Señor puede estar viendo nuestra hipocresía.

Aquellos ídolos que Raquel escondió más adelante podemos ver que tuvieron que ser enterrados bajo un árbol.

Gén 35:4 “Así dieron a Jacob todos los dioses ajenos que había en poder de ellos, y los zarcillos que estaban en sus orejas; y Jacob los escondió debajo de una encina que estaba junto a Siquem”.

Jacob los escondió debajo de un árbol.  —¡Allí quedaron para siempre! Y de igual manera nosotros tenemos que enterrarlos bajo otro árbol. —El árbol de la cruz. Mientras escondamos nuestros ídolos, los tendremos con nosotros. Pero si los enterramos bajo la cruz de Cristo, entonces desaparecerán para siempre. ¿Hay algo escondido delante de los hombres que el Señor está viendo?

Meditemos en esto por unos momentos.