Reyes de Judá – Roboam

– ROBOAM – MALAS DECISIONES, PEORES CONSECUENCIAS

Por Alfredo Caravaca

El rey Roboam fue el heredero del más grande territorio que Israel jamás ha conocido. Su padre, Salomón, había agrandado los límites del país hasta lugares donde ni si quiera David había llegado. Se nos dice que en los días de Salomón la plata no era apreciable en cuanto a su valor económico, porque había tanto oro y tanta riqueza en Israel que un lingote de plata tenía el mismo valor que uno de hierro o de cobre (1Reyes 10:21). Además de todo eso, Roboam recibió todo el consejo espiritual de su padre, el hombre más sabio sobre la tierra, (1Reyes 3:12-13) incluso podría ser que el libro de los Proverbios estuviera dedicado a Roboam. (Proverbios 1:8)

Y el hijo de Salomón tuvo todo eso y mucho más, casi podríamos decir que Israel era un pequeño imperio, no tan grande como Egipto, Asiria o Babilonia, pero Israel era la nación con más poder en esos momentos en Oriente Medio. Ciertamente, aunque la responsabilidad era grande, tenía también todas las facilidades para no equivocarse: recursos económicos, paz en su reinado, el pueblo estaba dispuesto a ponerse de su parte, buenos consejeros, y sobretodo la guía del Todopoderoso.

A partir de aquí todos conocemos la historia: El pueblo rogó al rey que rebajara un poco los impuestos, y el rey, que realmente lo que quería era subirlos, viendo que sus consejeros más ancianos no le apoyaban, se fue a ver a los jóvenes. Este grupo de jóvenes debían ser lo más refinado de la sociedad, probablemente habían estudiado en las mejores escuelas, pero no habían pasado necesidad en su vida, ni conocían en absoluto los problemas del pueblo. No eran distinguidos por su experiencia o por su conocimiento, por su bondad o por su temor de Dios, sino que la única característica que la Biblia les asigna es que habían sido criados con Roboam, sin duda, con todo el lujo posible (y en tiempos de Salomón el lujo era extremo) y con todo el mimo posible. No es nuestro propósito hablar en este artículo de la educación de los hijos, pero creo que podemos todos imaginarnos qué tipo de personas eran estos jóvenes.

Bien, pues Roboam descarta el consejo de los ancianos y se va a buscar el “consejo” entre los que sabía que le darían su aprobación. Y hemos puesto “consejo” entre comillas porque Roboam no fue a buscar consejo, sino a buscar apoyo. Él no consideró las dos opciones y tomó una decisión (eso es pedir consejo), sino que pidió consejo a los ancianos, lo descartó  porque él ya tenía claro lo que quería hacer,  y se fue a buscar a alguien que apoyara su decisión. (1Reyes 12:8).

A fin de cuentas, en alguna ocasión es lo que todos hemos hecho, ¿no?, más que buscar consejo lo que a veces hacemos es buscar la opinión de aquellos que sabemos que piensan igual que nosotros, buscamos el apoyo de los que están con nosotros para poder decir: « éste me ha dicho… », «no soy yo solo, muchos piensan como yo… ». O sea, tomamos una decisión, tomamos partido por algo o por alguien y buscamos a otro que la refrende, no un consejo de alguien más sabio que nosotros, sino una opinión de quién sea, con tal que sea igual que la nuestra. En ningún momento estamos dispuestos a pensar si debemos cambiar de opinión o si otros tendrán razón, pues eso sería como reconocer la posibilidad de que nos hemos equivocado, así es que buscamos apoyos para reforzar nuestra postura, aunque ésta sea totalmente errónea.

Cuidado. La próxima vez que necesites el consejo ante un conflicto o ante una decisión, considera bien si lo que buscas en otros es consejo realmente (lo que implica la posibilidad de hacer algo diferente a lo que estamos haciendo) o si lo que buscas es sólo el apoyo de otros que sabes que van a pensar como tú.

Viendo la situación en la que Roboam se encontraba, muchas veces me he preguntado ¿Por qué Roboam no oró? En aquellos días Dios hablaba a menudo por medio de profetas o aun audiblemente en sueños y en visiones, y quien sabe si quizá Dios hubiera tenido a bien enviarle a alguno de los profetas a decirle lo que tenía que hacer. ¿Por qué no oró? Bueno, mirando mi propia vida se me ocurren algunas posibles respuestas:

Tal vez no oró porque sabía que a Dios no le agradaría lo que él estaba pidiendo. Como dijimos antes, él ya había tomado una decisión, y probablemente sabía que no era la solución más prudente ni más justa, en otras palabras, no es lo que Dios haría, así es que, ¿para qué orar, si sabía que no era la voluntad de Dios?

¿No te has encontrado a veces así, que en el fondo sabes que lo que haces no está bien, pero es lo que vas a hacer de todas formas? Claro, cuando esa es la situación, ¿para qué buscar a Dios?

La segunda posibilidad que se me ocurre por la cual no oró es porque tal vez simplemente no acostumbraba a hacerlo y ciertamente era un desconocido en la presencia de Jehová. Bueno, no hay mucho que comentar en cuanto a esto, pero si estamos viviendo en una situación parecida, ¡qué triste existencia como creyentes! Hermano, tu Padre te espera, búscale en oración.

Finalmente se me ocurre que tal vez no oró porque estaba demasiado ocupado intentando gobernar el país él solo. Y aquí creo que hemos caído todos en más de una ocasión. La rutina diaria, los diferentes quehaceres nos apartan de la comunión con Dios. Recordemos que la obra es suya, y que es mucho mejor estar con Él sin hacer nada que hacer mucho sin que Él esté con nosotros.

Hermano, si Roboam hubiera orado probablemente la historia de su vida hubiera sido bien diferente, la historia de Israel hubiera sido muy diferente, aun la historia de la humanidad hubiera sido increíblemente diferente… ¿Te animas a orar? El cristiano que ora puede rescribir la historia. Como el Señor Jesús dijo: “si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible” (Mateo 17:20).

Y además de esto Roboam tenía una segunda fuente para conocer la voluntad de Dios en cuanto al asunto que se le planteaba: La Palabra de Dios. Dios había mandado que el rey debía tener una copia de la Ley y leerla y estudiarla. De hecho, ya en Deuteronomio 17:14-20, mucho ante de que Israel tuviera rey, está escrito en la Ley que el rey no debía enriquecerse en exceso ni debía oprimir al pueblo, y eso es justamente lo que Roboam decidió hacer. ¡Cuán a menudo la voluntad de Dios para nuestra vida, que nos parece tan difícil de conocer, se halla escrita en Su Palabra en la forma más clara!, ¡tan sólo hace falta que la leamos! Aun en el caso de Roboam, Salomón, su propio padre, le dice en Proverbios: “El príncipe falto de entendimiento multiplicará la extorsión, más el que aborrece la avaricia multiplicará sus días” (Proverbios 28:16). ¿Hacía falta una instrucción más clara que esa? Además de ser la Palabra de Dios este consejo venía directamente de Salomón, su padre. Si simplemente hubiera mirado lo que dice la Biblia al respecto o al menos hubiera tenido en cuenta el consejo de su padre, cuán diferente hubiera sido todo.

Continuando, pues, con el transcurso de nuestra historia, tras su nefasta decisión el pueblo lo abandonó y lo dejó sólo, excepto la tribu de Judá y la de Benjamín,  y se constituyeron como una nueva nación escogiendo a Jeroboam como rey. En un breve lapso de tiempo Roboam pasó de poseer el trono de la nación con más pujanza en Oriente Medio, a ser sólo el gobernante de dos tribus, de tener uno de los mejores ejércitos de su tiempo a ser vulnerable desde todos los puntos de vista. Al querer aumentar sus riquezas lo único que consiguió fue empobrecer al país y crear una fractura social irreparable. Todo por una decisión, una sola.

¿Te has encontrado en una disyuntiva parecida en alguna ocasión? Ahí estás, delante de una decisión que tal vez va a cambiar el rumbo de tu vida para siempre: Qué vas a estudiar cuando vayas a la universidad, la persona con la que te vas a casar, una fuerte inversión económica, una decisión en cuanto al ministerio o al trabajo…

No hagas como Roboam, recuerda que tienes al menos dos posibilidades reales de conocer la voluntad de Dios sin error: La oración y Su Palabra, así es que, haz uso de ellas.

A partir de ahí podemos observar como Roboam vivió en una constante montaña rusa, y como su acercamiento a Dios se debía en gran parte a las circunstancias que le rodeaban. Dependiendo de que las cosas le fueran mejor o peor él estaba más dispuesto a buscar a Dios o no. Primeramente fue codicioso, se olvidó del consejo de Dios y perdió el reino por ello (2Crónicas 10), entonces intentó recuperarlo por la fuerza, pero Dios le desaconsejó y Roboam… ¡obedeció! (2Crónicas 11.1-4). Desde ese momento, y tal vez abrumado por su mala decisión, siguió el camino de David por tres años (2Crónicas 11:17), pero cuando consolidó el reino se olvidó de Dios. (2Crónicas 12:1), así es que Dios le castigó y envió a Egipto, quién se llevó todos los tesoros de Jerusalén (2Crónicas 12:2). El castigo tuvo el efecto esperado y Roboam se humilló y la misericordia de Dios volvió sobre él. (2Crónicas 12:12), pero finalmente, tras gustar la misericordia de Dios y fortalecerse, volvió a hacer lo malo delante de Dios: Pues no dispuso su corazón para buscar a Jehová. (2Crónicas 12:14).

Roboam, igual que muchos de nosotros, se acercaba a Dios de acuerdo a las circunstancias. Su vida espiritual no era constante, no era cercana a Dios, no tenía un deseo genuino de servirle, nunca dispuso su corazón realmente para buscar a Dios. Si lo estaba pasando mal, al final su situación le llevaba a humillarse delante de Dios y a hacer lo que convenía, pero en cuanto se restablecía y se fortalecía, de nuevo se olvidaba de Dios y se centraba en sí mismo.

Sin duda, hemos pasado por situaciones parecidas. A menudo nuestros mejores momentos como creyentes han venido en medio de la prueba, en medio de la lucha, cuando hemos sabido que sin Dios nada somos y nada podemos hacer. Pero cuando por la gracia del Señor nos hemos fortalecido, entonces volvemos a olvidarnos de Dios, no renegamos de ser cristianos, pero arrinconamos nuestra Biblia, dejamos de venir a algunos cultos, nos permitimos ciertas licencias… ¿Qué tal si Dios nos pusiera en una situación tensa y difícil y nos quitara todas las cosas de este mundo que nos hacen sentirnos seguros para acercarnos a Él? ¿Por qué hemos de sufrir ese mal; por qué no obedecer antes a Dios, en lo bueno y en lo malo? Como digo yo a mi hija: es mejor obedecer a la primera, cuando obedecemos a la primera todo va bien. Obedecer a la primera no quiere decir que no vendrán pruebas, pero tenemos la seguridad que Dios estará junto a nosotros cuando las pasemos.

Nuestra vida espiritual no debe ser inconstante, no debe ser fluctuante, sino que debemos ir en aumento, cada día a más, sin depender de las circunstancias, sino sólo de Dios. Que igual que Pablo podamos decir: “pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación.Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad.Todo lo puedo en Cristo que me fortalece (Filipenses  4:11-13).

Y por último fijémonos en la reacción del pueblo. En un principio ellos estaban dispuestos a obedecer a Roboam, y eso implícitamente también incluía continuar con la religión oficial, o sea, servir a Jehová, al menos institucionalmente y como nación. Pero Roboam toma una mala decisión, y ¿qué hace el pueblo? se olvida de Dios y adora a los becerros de oro que Jeroboam había mandado construir en Dan y en Bet-el. Prácticamente pasan de un día a otro de adorar al verdadero Dios a ser servidores de los ídolos. Se van de un extremo a otro, realmente su adoración a Jehová no tenía nada que ver con la situación política del país, pero ellos vinculan su lealtad a Dios con su lealtad a Roboam. Olvidan a Dios porque el rey les había ofendido. ¿Actuamos así nosotros? A menudo vinculamos nuestros sentimientos hacia Dios, nuestro servicio y amor por el Señor, con nuestra relación con los hermanos o con nuestro servicio en la iglesia. Desde luego, esto no debiera ser así. Dios no tenía la culpa de que Roboam tomase una mala decisión, como tampoco Dios no tiene la culpa de que tu hermano te ofenda o de que alguien tome una decisión con la que tú no estás de acuerdo, Dios no debe pagar las consecuencias de los malos actos de los demás.

Pero a la vez la decisión de ir a los ídolos del pueblo también es un aviso para todos los que tenemos cierto liderazgo, ya sea en el hogar o en cualquier otro ámbito. Notemos que el pueblo, desde luego sin razón para ello, se fue tras los ídolos porque Roboam tomó una mala decisión. ¿De quién fue la culpa? Del pueblo, desde luego, Roboam no les impulsó a convertirse en idólatras, pero cuando los que tenemos cierta responsabilidad sobre los demás les herimos o tomamos decisiones incorrectas que les afectan (sobre todo lo digo pensando en nuestros hijos) corremos el riesgo que, de una forma totalmente equivocada, ellos vayan hacia el otro extremo del péndulo y que exagerando nuestro error ellos cometan uno aun mucho mayor que el nuestro.

Por eso hermano, si eres padre o si tienes algún tipo de liderazgo en algún ámbito, vigila cuáles son tus decisiones, porque las repercusiones de las decisiones que tomamos, sean estas correctas o no, pueden afectar a un círculo de personas que ni imaginamos y, además, puede hacerlo de una forma que no hemos considerado nunca.

Recuerda, los mejores antídotos para no equivocarte son la oración y la Palabra de Dios, ella sí es infalible, tú y yo no.